jueves, 19 de febrero de 2015

Tenerife: corazón de batucada, sangre de purpurina

Alba Soto Fotografía

Mi isla es pequeñita en tamaño, pero grande es el lugar que ocupa en los corazones de aquellos que se han atrevido a conocerla. En el mapa, está en algún lugar en medio del Atlántico, ajena a los ojos de muchos. En la mente de los que la quieren, está bien localizada, sin perder de vista lo que allí pasa, lo que su gente anhela.

Durante todo el año, puedes visitar sus playas, sus montes y llenar el estómago con su rica gastronomía. También puedes practicar deportes, ir a spas o bailar en sus verbenas de verano. Pero cuando llega febrero, la isla coge impulso y llega más alto que los 3.718 metros que tiene su Teide.




Los corazones laten al ritmo de las batucadas y por la sangre de los chicharreros (gentilicio de las personas que viven en Santa Cruz de Tenerife) comienza a correr la purpurina. Como cuando te enamoras, las semanas antes de que el Carnaval salga a la calle, los más fanáticos ya tienen hormigueo en la barriga. ¿Y este año al final de que toca? ¿Repetimos el de princesa? Las preguntas brotan, la emoción, también-

El apocalípsis llega cuando, un miércoles antes del desenfreno, presentadores, candidatas y agrupaciones se suben a un escenario -algunos años más elaborado que otros- para anunciar una frase que al chicharrero le cala hondo; "El Carnaval de Santa Cruz ya tiene Reina". Y es que, de ahí a los baños de masas, y purpurina, hay un paso.

Alba Soto Fotografía
Previamente los concursos han tenido su momento. Murgas de grandes y pequeños, comparsas, rondallas, agrupaciones musicales y disfraces. Desde hace poco más de un año, también tiene espacio el deporte. La Carnival Running, la carrera más loca de las islas, tuvo lugar el 14 de febrero, y en ella había atletas de todos colores, tamaños y sabores.

Una vez terminadas las formalidades, lo que importa es salir, reír, pasárselo bien. Reírte con una tripulación lista para despegue, o ponerse serio si viene la autoridad. Tampoco te puedes olvidar de confesarte si encuentras a un cura, ni de revisar tus selfies al llegar a casa; lo más probable, es que en alguno se haya colado el pequeño Nicolás.

Y tú, ¿a qué esperas para disfrutar de mi carnaval?



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